El Pasaporte cultural: cómo afrontar las restricciones a la libre movilidad de los artistas para garantizar la diversidad

El Pasaporte cultural: cómo afrontar las restricciones a la libre movilidad de los artistas para garantizar la diversidad

Ponencia: D. Luis A. Albornoz, moderado por D. Jesús Prieto de Pedro

La globalización nos ha permitido acceder a expresiones culturales de todos los rincones del mundo, pero también ha generado toda una suerte de desafíos relacionados con la movilidad de los artistas. Músicos, actores, artistas plásticos y escritores, entre otros, deben cumplir una serie de requisitos en materia laboral, fiscal y de seguridad social para desplazarse entre países, lo que puede generar dificultades jurídicas y una marginalización de creadores provenientes de países en vías de desarrollo.

De esta interesante base partió la sesión del Aula Gabeiras titulada El Pasaporte Cultural: una aproximación a las restricciones a la libre movilidad de los artistas a la luz de la Convención sobre la protección y promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales’, celebrada el pasado 6 de noviembre y cuya ponencia fue ofrecida por Luis A. Albornoz, profesor titular del Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid, donde actualmente dirige el Máster Universitario en investigación aplicada a medios de comunicación.

A la muy concurrida sesión, que suscitó el interés de numerosos y diversos profesionales del sector cultural, asistieron Patricia Gabeiras, socia fundadora de Gabeiras y Asociados, y Jesús Prieto de Pedro, catedrático de Derecho Administrativo de la UNED y Of Counsel del despacho, que estuvo a cargo de la moderación del debate.

“Tenemos un reto muy amplio que superar. Los países en vías de desarrollo tienen una dificultad enorme para llevar su cultura, su diversidad, a los países desarrollados”, resaltó Prieto de Pedro, que inauguró la charla introduciendo la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales proclamada por la UNESCO en el año 2005.

Para De Pedro, quien participó como experto enviado por el Gobierno español en la elaboración de esta Convención, “solemos olvidar” que este texto “es también una convención de los artistas, de los creadores y de la diversidad que transmiten las personas”, que quedaban en un segundo plano frente a los derechos de los bienes y servicios culturales abordados en la declaración previa realizada en el año 2001.

Tras esta breve introducción, Albornoz inició su intervención resaltando que, de acuerdo con el artículo 16 de la Convención, los países desarrollados han de otorgar “por conducto de los marcos institucionales y jurídicos adecuados, un trato preferente a los artistas y otros profesionales de la cultura de los países en desarrollo”, y que precisamente una de las finalidades de este instrumento internacional es la de “lograr un flujo equilibrado de bienes y servicios e incrementar la movilidad de los artistas y profesionales de la cultura”; objetivo íntimamente vinculado a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS no. 10 – Reducción de las desigualdades).

Albornoz recordó que España fue uno de los países pioneros en reconocer la Convención, aprobada por 145 países, suscribiéndola en 2006 y poniéndola en funcionamiento a partir del año 2007, e insistió en que este instrumento nació con el objetivo de tratar a los bienes y servicios culturales “no como una mercancía o servicio más” ante un peligro: la homogeneización de las expresiones artísticas que se intuía a comienzos del siglo XXI.

Procesos desafiantes pese a la demanda global

Los informes mundiales de la serie Re/Pensar las políticas culturales (UNESCO), realizados en 2015 y 2018 (para 2021 se espera un tercero) lo han dejado claro: la movilidad de artistas a escala internacional es esencial para garantizar la diversidad cultural y paliar desigualdades. Sin embargo, como precisó Albornoz, esto no resulta sencillo en un contexto mundial de “aumento de las corrientes migratorias y movimientos masivos de refugiados y solicitantes de asilo” y de incremento de las medidas de seguridad nacional, que han llevado a la imposición de “trámites draconianos” para la concesión de visados, así como el restablecimiento de fronteras e identificación de personas según su etnia.

Esta circunstancia choca con la “fuerte demanda de talentos creativos procedentes de los países en vías de desarrollo”, que están llegando a públicos de todos los rincones del mundo a través de la tecnología; y a ella se le suman otros factores como el estilo de vida de los artistas, a los que se exige requisitos difícilmente alcanzables como unos ingresos fijos para cruzar las fronteras, o a las propias dificultades presupuestarias estatales.

“Hay más posibilidades de que un artista del hemisferio norte obtenga financiación, tenga ventanillas a las que dirigirse, que un artista de un país en vías de desarrollo”, sostuvo Albornoz, que también hizo hincapié en el proceso “desafiante y caro” que supone solicitar una visa: “Muchas veces, esto sólo acaba siendo accesible para artistas de éxito. Incluso pueden no conseguirlo artistas establecidos profesionalmente en su país y ocurrir entre países desarrollados”.

Albornoz destacó que, como aseguró en su momento el músico David Gray, corremos el peligro de que los eventos culturales sólo sean accesibles para “jóvenes de clase media de Europa y América del Norte”, generando:

  • Una pérdida de oportunidad de mercado y una potencial falta de ingresos que alivien la pobreza.
  • Una mayor polarización dada la menor diversidad de expresiones culturales dentro de los países desarrollados.
  • Una menor diversidad de programación en los eventos artísticos.
La situación en España

Durante esta aula también se abordó la situación de la contratación de artistas en nuestro país partiendo de un breve informe elaborado por Gabeiras y Asociados recientemente. Albornoz aseguró que “contratar a artistas de fuera no es fácil” por todos los trámites que esto implica: desde planificar su desplazamiento hasta dar todos los pasos en materia laboral y de seguridad social, lo que en ocasiones es complicado porque los promotores no consiguen cerrar los contratos con el mínimo exigido de tres meses de antelación.

“Hay mucha informalidad y muchos artistas que entran al país como si vinieran de turismo. Hacen su trabajo, cobran informalmente y regresan a sus países”, resaltó Albornoz, abriendo posteriormente un debate muy fructífero entre los asistentes, entre los que se destacan los siguientes puntos de reflexión y necesidades:

  • La Recomendación relativa a la condición del artista (UNESCO, 1980) se ha visto reactivada a partir de la Convención de 2005 a través de consultas periódicas sobre su implementación celebradas en 2011 y 2015. Actualmente se aguardan los resultados de la cuarta consulta.
  • Se debería contar con información, disponible y fácilmente accesible en formato material y en una web (en diversas lenguas), acerca del marco normativo que afecta la movilidad de los artistas y profesionales de la cultura.
  • Se resaltó la importancia de la implicación de la sociedad civil organizada, poniendo como ejemplo la Red Europea PEARLE, conformada por 75 entidades del sector cultural, que dan voz a las necesidades específicas del sector cultural.
  • Se requiere facilitar la movilidad internacional, no sólo de los artistas “consagrados”, sino también de los “intermitentes” del sector amateur o del tercer sector de la cultura; además no sólo de artistas provenientes de países en desarrollo, ya que aquellos de países desarrollados también se enfrentan aún a las mismas dificultades.